Dicen que la historia siempre ocurre en un tiempo y en un lugar, pero pasó una vez que el tiempo se detuvo en un lugar.
Pero antes pongámonos en situación. El, serio, formal, un hombre de negocios; ella, bohemia, risueña, una mujer de armas tomar. Se cruzaron las miradas un par de veces: aquel día que se vieron en la estación de autocares, ella volvía de su viaje a la gran ciudad, el aparcaba su poco discreto automóvil. La segunda, en aquel viejo aparcabicis, ella, como siempre, con prisas; el tranquilo en su andar. Fue un sólo instante y todo quedó dicho.
Las fiestas en verano son apacibles, llenas de sonidos, olores, un ambiente en dónde todo se transforma y nada vuelve a ser como era. La banda de música era la primera vez que se presentaba en el pueblo. Los dos estaban allí. Cada uno con sus problemas, preguntas, respuestas y presupuestos –de todo tipo y color. Cada uno por su lado, cada uno con sus historias. La noche ya promediaba, y la banda no acababa de encontrar el do, ni el re, ni el mi…
Ellos bailaban, cada uno por su lado, cada uno con su canción. Silencio, la noche se llenó de no ruidos. La orquesta comenzó una triste melodía, aquella que si ella había soportado oír una vez más, el también. Cabe destacar que el pianista no era ni talentoso ni negro como el de la mítica cinta. En medio de la improvisada pista de baile, ellos, nuestros anónimos amantes se dieron de bruces. Los primeros acordes ya desafinaban, incluso aun más que en toda la noche. Dos opciones: o girarse sobre sus talones, o bailar. Con el brillo de los ojos, húmedos, ansiosos, esperanzadores, ambos optaron por poner sus cuerpos en armónica danza, aunque el mundo desafinara. Un minuto y treinta segundos, as time goes by, el tiempo se detuvo. Ni un milímetro se movió la manecilla del gran reloj. Ni las aspas del viejo molino giraron, ni el viento dijo su nombre entre las delicadas flores amarillas. Un minuto y treinta segundos, en que eligieron amarse, tan sólo un suspiro, una migaja de la Historia, pero que cambiaría su historia. La banda se ha callado. Ellos ya no son los mismos, nunca volverán a serlo. Y lo saben…
Hoy el viento me trae la vieja melodía, cierro los ojos, calzó mis viejas zapatillas de baile. Siento que vuelves a mí. Me venís a buscar, amor, ¿bailamos?
Una invitación a bailar simepre es algo a tener en cuenta. Bailamos,claro que sí!
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