jueves, 28 de abril de 2011

Passioning (Power)


Para Cris, que me pidió que escribiera sobre libros y comida.
Gracias por tu receta del tiramisú.
Gracias por acompañarme, siempre, con tu eterna mala leche
 y tu sonrisa, preciosa.
Per la Raquel, una amiga com n’hi ha dues. Ho saps, oi?
Gràcies per la recepta del peus de porc de la teva àvia paterna
que de ben segur està  orgullosa de tu, com jo ho estic.
Para Susana, gracias por el passioning power,
gracias por ponerle nombre a esta locura
 y por dejarme caminar a tu lado.


Por la ventana despunta el día. El aire primaveral me inunda la piel, los primeros rayos de sol me doran las piernas que remolonas, se niegan a desperezarse. Suena idílico, ¿no? Pero en mi yo real, las mañanas distan mucho de ser así. Mientras yo corro por la casa para vestir niños, quedar de acuerdo con el Titi de cómo vamos a organizarnos, salir para la escuela y la guardería, mis fantasmas sí que tienen este despertar mágico. Bueno, no todos ellos, hay algunos que en su dark soul, no soportan el más mínimo atisbo de positividad. Pero hay otros que lo disfrutan. Hoy les hablaré de uno de mis fantasmas, el más entrañable, el que mueve mis pasiones. Hablo en masculino pero los fantasmas que nos habitan son como los ángeles, no tienen sexo (con matices, hay uno que mueve mis pasiones carnales).
            El que se quedó en la cama, a disfrutar de este placer báquico es mi fantasma híper lector y cocinero. Gourmet de las letras y de buen comer. Un ser fantástico, y que en su interior deben habitar muchos fantasmas, los personajes que roba a los libros, los que encuentra mientras guisa, los que imagina, los que lo rodean y lo hacen ser cómo es. Yo busco ser como él, pero no lo logro. Quiero que el mundo me quede pequeño, como a él, lucho con mis fuerzas para logarlo, pero no sé si lo consigo.
            Esta mañana, su día comenzó con un desayuno simple y efectivo: mate cocido y dos tostadas, y un libro, claro está. Ha elegido El Pasado, del Alan Pauls. Entre sorbo y sorbo del mate cocido, infusión a base de yerba mate, típica argentina, típica de campamentos, de lugares donde el frío lo inunda todo y el humo de la taza calienta el alma, de mañanas en que el pasto se despierta cubierto de helada, mmmm, un mate cocido humeante puede hacerte olvidar lo amargo de los problemas, siempre y cuando le pongas unas cucharaditas de azúcar, para mí tres, por favor.
            Entre tostada y tostada con dulce de leche, va pasando una a una las páginas del pasado, buena metáfora…El dulce de leche nació, por decirlo de alguna manera, por accidente. Cuenta la leyenda que una de las criadas del gobernador Rosas (un tipo complicado, con aires de dictador, con mano firme, con ideas centralistas que finalmente triunfaron) que salió a su encuentro y dejó en el fuego una olla con leche y azúcar, que tanto, tanto hirvió, que se volvió dulce, dulce de leche.
            A lo que íbamos, entre tostada y tostada, las hojas pasan. La lectura se complica. Las tripas se dan vuelta. El pasado nos enfrenta de narices con lo peor que tenemos, con el ancla que no nos deja avanzar. Con el peso del pasado no hay futuro, porque el hoy no se vive fuera del ayer. Rímini, un personaje obseso, manipulable, débil, y por momentos pusilánime, vive bajo el fantasma real de Sofía, que estando o no a su lado, mueve los hilos de su vida. Un gran libro, un excelente trabajo del autor. Alan Pauls da una cachetada a la conciencia, y a las memorias, la histórica y la personal. Como argentinos nos genera preguntas, dudas, si no somos como Rímini, repitiendo una y otra vez los mismos errores, por no ser lo suficiente maduros; por no aprender del pasado, ver el objetivo y solucionar el problema. Vivir el hoy en libertad, enriquecidos de ese pasado, para construir un futuro. Al azar recita en voz alta estas líneas, “¿Cuántos años le había llevado conquistar esa cobardía? ¿Veinte? ¿Treinta? ¿Para dilapidarla así, con una mujer capaz de recitar los dos o tres momentos cumbres de su vida –la de él- de memoria, sin un solo error, y cuya sola juventud bastaba para extenuarlo? Se sintió tan viejo que la imagen del anciano agonizante de 2001 Odisea del espacio lo asaltó como si fuera un recuerdo personal, otra de las fotos de pie de las cuales redactaba todos los días los epígrafes autobiográficos que Sofía ya ni siquiera leía.” Al pasar los ojos por un párrafo en que hablaba del temido club de las mujeres que aman demasiado saltaron las alarmas. Mi fantasma me señala con el dedo una línea. Mensaje captado: debo recordar nunca ser mezquina en el amor, no dejar de ser femenina para convertirme en una loca feminista de salón. Defender la hermosura del amor, vivir con pasión. ¡Eps!, ese es mi fantasma, es mi passioning power. Es él quien protagoniza este maravilloso día. Mi fantasma tiene nombre y es Passioning.
            Yo estoy en medio de una lectura de aquellas que quita el hipo, ustedes mismos sacarán sus conclusiones si lo digo porque es buena o mala, no lo diré yo, el silencio es mi aliado en mi trabajo. Tomo notas, con diferentes colores, la ficha literaria llenita, busco datos, en fin, como siempre, yo en mi mundo real y lo veo pasar. Passioning me dice que se va al mercado, que necesita comprar cosas para su almuerzo y su merienda. Raudo, confuso, deja cerrado El pasado (otra buena metáfora… cerrar el pasado, me lo apunto como tarea pendiente) y se va. Al cabo de media hora, lo veo volver, cargado. Un poco alborotado, de repente hablando en más de una lengua. Se decide a comenzar la preparación  del almuerzo, copioso, de fiesta, y por supuesto lo veo acercarse a la biblioteca; ahora a la que hace las veces de mesa de luz (o mesa de noche), es mi biblioteca de luz. Saca l’últim dia abans de demà. Creo saber por dónde irán los tiros.
            A la cuina tots aquest ingredients: peus de porc tallats per la meitat, trompetes de la mort, cansalada virada, pernil (del bo), tomàquets, cebes, all, claus d’olor, herbes aromàtiques, pebre negre en grans, fruits secs, julivert, xerès sec, sal i oli. Mare meva,  quin tiberi que ens espera. Sí, a la taula i al llit, el primer crit. Mira que tenen de coses bones aquests catalans. I sóc terrenal, els peus de porc, quina glòria pels sentits. Passioning se disposa a fer peus de porc. S’apropa a la meva taula de treball i m’ha agafat el meu faristol, així pot cuinar i llegir a l’hora. La lectura s’ho mereix, i la panxa també.
            El primer que fa es bullir els peus de porc. Els renta ben rentats i cap a l’olla exprés. Hi fica una ceba,  a on ha clavat els claus  (d’olor), els grans de pebre negre, els alls, les herbes aromàtiques, aigua i sal. I a cuinar. Uns vint minuts al dos. Un cop cuits reserva els peus i el brou de la cocció. Ara posa a hidratar les trompetes de la mort uns quans minutets amb aigua tèbia. Després les bull uns 10 minuts. Reservades queden. Els temps de cocció li permeten  llegir, capficat, aquesta petita joia de l’Eduard Márquez. Al foc, tot bull, a l’ànima tot es gela. La lectura es complicada, dura, tensa: “623 grams. Torno les cendres a l’urna. La tanco i respiro a fondo. Calculo. 2 quilos i 760 grams menys que quan va néixer. Amb els ull oberts de seguida. Molt oberts. Una mirada prou commovedora per nuar-me la gola” Fred...
            Les pàgines passen, el dinar avança. En una cassola gran de terra (cuinar amb terra, olorar la terra, degustar la terra) i en una mica d’oli calent fregeix la cansalada i el pernil, tot ben talladet. Quan ja tenen color, hi afegeix la ceba picadeta primeta. Foc lent, amb mimo. Quan la ceba ja es rossa, hi afegeix el tomàquet rallat i uns grans d’all. El veig sofregir amb amor, remenar amb molt de mimo la cassola, el mateix amb el que continua la lectura. Un cop té el sofregit, hi aboca els peus i el xerès. Una estoneta després, hi fica el brou, abundant, però que no acaba de cobrir els peus. Un cop comença el xup xup, els bolets més la picada d’all i fruits secs cap a la cassola. Tres quarts d’hora després, i una bona copa de vi negre en un got “gordito”, ho retira del foc, ho posa al plat i amb una llesca de pa, veig com s’asseu a dinar. Llibre en mà, peus a taula (els de porc, no els seus) i només queda donar gràcies als porcs per aquest peus tan bons i entregar-se als plaers de la vida. Jo, bocabadada, el miro sense donar crèdit a com viu aquest fantasma meu. Em mira i em diu en veu ben alta, no tiris el brou que ha sobrat, el podem aprofitar per fer un arròs demà. El veig com passa les pàgines, menja els peus i de tant en tant s’eixuga una llàgrima que despistada baixa dels seus ulls fantasmals a la comissura dels seus llavis. O dels meus? “La certesa que no m’espera ningú em commou. Penso en el pare. En la Francesca. En la Jana. I recordo el matí que, al mercat de Sant Antoni, va preguntar-me que faria si es perdés. Buscar-te. I si no em trobessis? I ara, ningú no es perd per sempre”. Llegeixo amb ell, per sobre la seva espatlla. Plorem tots dos. Sense dubte aquest llibre ha estat tota una descoberta. L’Eduard Márquez ens convida a un viatge difícil per la dramàtica existència d’un personatge que ho perd tot, però tot. Un vocabulari precís, posa paraules, bones paraules, a més d’un tema que no sempre s’han ben tractats. La mort, la pèrdua, la identitat, la nostra configuració. Deja inaugurados pantanos a on ens podem perdre, aquells que volem allunyar de la nostra vida. Quan veig que tanca el llibre, li demano que el torni al seu lloc, al costat del meu costat del llit. És un dels escollits, que em cuida mentre jo dormo i no tinc por de res.

            Tengo todo preparado para salir a buscar los chicos cuando lo veo volver a entrar en la cocina. Y con Gomorra bajo el brazo (la metáfora no está asegurada) ¿Encontraré mi vida cuando vuelva? Cuando me voy lo escucho, por lo bajito cantar nessum dorma (y se me hiela la sangre, que en esta casa desde que tenemos al pequeño Joaquim no hay quien duerma por las noches). Siento que nada será igual al oírlo entre batidora y mascarpone hablar en italiano, recitando la receta del Tiramisú (los ingredientes son 5 huevos, 500g de mascarpone, 100 g de azúcar, 400 g de savoiardi, melindros o vainillas, café y cacao):
 Preparate un caffé, lasciatelo intiepidire e correggetelo col rum. Versatelo in una ciotola abbastanza larga da poterci inzuppare i savoiardi uno ad uno. Adagiate i biscotti in una pirofila foderando completamente il fondo.
Sbattete i tuorli delle uova con metà dello zucchero, aggiungete il mascarpone e mescolate con un cucchiaio di legno fino ad ottenere un composto ben amalgamato.
Montate a parte gli albumi montati a neve e lo zucchero restante. Incorporate il tutto delicatamente.
A questo punto avrete ottenuto una crema che distenderete con l’aiuto di un cucchiaio o di una spatola a formare uno strato sopra i savoiardi.
Coprite il tutto con una spolverata di cacao in polvere aiutandovi con un colino, poi procedete a formare un altro strato di savoiardi e crema.
Riponete in frigorifero a riposare per qualche ora. Al momento di servire ricoprite il vostro tiramisù con un’ultima abbondante spolverata di cacao in polvere.”
            Paso tras paso, el tiramisú está hecho. Mientras reposa en la nevera, Gomorra, dura, de un estilo periodístico y de denuncia de las mafias, lo deja exhausto, deprimido, con la sensación de que la escoria de la sociedad siempre triunfa, siempre oprime, siempre manda. No es bueno para acabar un día tan espectacular. Cierra el libro, lo devuelve a la biblioteca y mientras estoy en medio de cenas, duchas y la tan esperada hora de poner los chicos  a dormir, me pregunta dónde está la Eneida y si me acuerdo de Anita. Le digo que miré en la colección del Titi, que el mío, bilingüe, quedó perdido en Buenos Aires. Sonrío, recuerdo perfectamente a mi maestra de latín de la universidad, un encanto de persona que me enseñó a leer con el alma la Eneida. Me vuelve a mirar y me interroga con voz entre dulce y melancólica ¿libro cuarto? Sí, libro cuarto, Dido, la ferviente amante cartaginesa de Eneas, canta su amor y su pena, la pasión y la pérdida. Así comienza.
 “Mas la fenicia reina, mal herida
ya rato había de la amorosa flecha,
cebando va la llaga entre las venas
y abrásase en secreto a ciego fuego.
Revuelve en la turbada fantasía
la gran virtud y el gran valor de Eneas
y el claro honor de si ínclita familia.
Ya tiene en la  alma fijo y estampado
su bello rostro, plática y semblante:
no deja entrar en sus cautivos miembros
la amorosa ansia al blando sueño.”

Las páginas de la Eneida vuelan, como el tiramisú. El día, qué sueño, qué gloria, pienso, mientras vuelvo a mis papeles, a mis diccionarios, a mis libros después de cenar, cae y el cielo rosado ilumina mi ventana.  Mi fantasma se siente pleno, y me lo hace saber al guiñarme el ojo, mientras relame la cuchara llena de mascarpone y cacao. Se irá dormir, mañana le esperan nuevas aventuras, nuevos libros, nuevos sueños. Siento la pasión en mi piel. Puedo continuar henchida de felicidad, de passioning, lo que queda para ir a dormir.

Pd: creo que tendré que poner a régimen a passioning, me dice, a cau d’orella, que esta es la primera de sus intervenciones, pero que habrá más. Como dice Susana, passioning se tiene, o no. Creo que soy afortunada, lo tengo. Prometo colgar las recetas del los peus de porc y del tiramisú.

lunes, 4 de abril de 2011

Un cuento para mis hijos…

Un cuento para mis hijos…
Homenaje a María Elena Walsh

Mi vida entre mis dos brazos
Manuelita vivía en Pehuajó
pero un día se marchó.
Nadie supo bien por qué
a París ella se fue
un poquito caminando
y otro poquitito a pie.

            Buenos días, buenos días, buenos días tengan todos, los más pequeños y los más grandes, los niños y las niñas, y si algún otro también quiere acompañarnos lo esperamos. Culo al suelo, orejas limpias y todos los sentidos puestos en el cuento que les voy a contar.
            Hoy, les voy a contar un cuento que realmente es una canción. Una canción que yo cantaba de pequeñita, cuando era como ustedes. Si, aunque no se lo puedan creer yo también fui chiquita, iba a una escuela como esta pero en otra ciudad. Yo nací en San Martín, en Argentina. Y mi mamá me enseñó esta canción que hoy yo les voy a contar en forma de cuento… ¿Estamos listos? ¿Sí? Venga, ¡vamos allá!
            Había una vez una tortuga que se llamaba Manuelita. ¿Lindo nombre, no? ¿Saben ustedes como son las tortugas? Tienen un caparazón muy duro, como una casita que llevan a cuesta, cuatro patitas cortitas, un cuello un poco arrugado y una cara especial. ¿Alguien tiene una tortuga, o las vio en el zoo? Manuelita, nuestra tortuga, vivía en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, en Argentina, que se llama Pehuajó. ¿Hay alguien que sepa dónde está Argentina? Algunos dicen que los argentinos estamos cabeza abajo y por eso se nos escapan las ideas…pero no hagan caso, a mi no se me voló ni una. Argentina está del otro lado del mar, es un país muy grande y con gente preciosa. A lo que íbamos,  que Manuelita, la tortuga, vivía en Pehuajó y un día, sin decir nada a nadie, ni a sus amigas, ni a sus vecinas se marchó.
            Todos en Pehuajó se preguntaban: ¿Pero dónde está Manuelita? ¿Dónde se fue? ¿Qué le pasó? Y saben a dónde se fue Manuelita, a París, un poquito caminando y otro poquitito a pie… ¿Qué conocen de París?
            Vengan, cerquita, que les voy a contar un secreto. Yo sé porque se marchó Manuelita. Resulta que un día estaba paseando por el parque del pueblo y vio un tortugo, todo guapo, súper lindo, muy apuesto y bien vestido. Y pensó, yo soy muy vieja, estoy toda arrugada, este tortugo nunca se enamorará de mí. Me voy a Europa a que me pongan joven y guapa. Pobre Manuelita, en un momento perdió el mundo de vista…
            Después de un largo viaje, muy largo, saben, son un montón de kilómetros y de días caminando, muchos muchísimos, llegó a París. Oh la là, la torre Eiffel, los campos elíseos, el arco del triunfo, el río Sena. En esta ciudad encontró un lugar donde la dejarían como nueva: primero la pintaron con barniz, una capa, otra capa, que se seque, y otra más. Segundo paso: la plancharon en francés, ¿hay alguien que sepa planchar en francés? ¿Si, no? Bueno, les cuento, la plancharon del derecho y del revés. Para un lado y para el otro, le dieron la vuelta y otra vez. ¡Cómo está cambiando Manuelita! Después le pusieron una peluquita rubia, divina, de pelo largo, largo. ¿Saben lo que una peluca no? Tener en la cabeza pelo prestado. Y por último, le pusieron en los pies unos botines de súper última moda, altísimos, con los dedos fuera pero incómodos, si supieran ustedes cómo le dolían los pies a la pobre Manuelita. Pero una de las dependientas de la tienda de zapatos le dijo: guapa, para presumir hay que sufrir. ¿Qué les parece? Imagínense el susto que se llevó Manuelita cuando se vio al espejo, ya no se conocía, pero pensaba que el tortugo al verla tan a la moda, tan joven, tan estirada se enamoraría de ella en el acto. Manuelita estaba como atontada entre tanto spray y tanto zapato de moda.
            Era hora de volver para Pehuajó. Manuelita empezó a deshacer todo el camino hecho. Largo, tedioso, con frío, calor, viento, lluvia, tierra y miles de millones de pasitos que tuvo que dar. ¿Se imaginan qué pasó? Manuelita llegó a Pehuajó tan arrugada como se marchó, con la peluca deshecha, y su castaño natural le lucía mucho mejor a la cara, los súper botines los tuvo que cambiar por unas bambas cómodas como las que usaba cada día, en resumidas cuentas, que volvió vieja como se marchó. Pero, ¿saben una cosa? El tortugo la estaba esperando en la entrada del pueblo, con un ramo de flores silvestres y un beso de bienvenida. Manuelita, el tortugo te quiere con todas tus arrugas, con tus bambas, tu pelo castaño natural, porque esa eres realmente tu, realmente vos.

            Y colorín colorado, este cuento se ha terminado…

PS: No querramos ser otra y que nos amen por lo que somos, y amemos al otro por lo que es. Sin más, sin fronteras. Cuento para mis hijos, para que lo contemos, para que lo cuentes, si tenés ganas…
Este cuento forma parte del cuenta cuento del cole de mis hijos…

Manuelita, Manuelita,
Manuelita dónde vas
con tu traje de malaquita
y tu paso tan audaz.

Manuelita una vez se enamoró
de un tortugo que pasó.
Dijo: ¿Qué podré yo hacer?
Vieja no me va a querer,
en Europa y con paciencia
me podrán embellecer.

En la tintorería de Paris
la pintaron con barniz.
La plancharon en francés
del derecho y del revés.
Le pusieron peluquita
y botines en los pies.

Tantos años tardó en cruzar el mar
que allí se volvió a arrugar
y por eso regresó
vieja como se marchó
a buscar a su tortugo
que la espera en Pehuajó.
María Elena Walsh


sábado, 2 de abril de 2011

Atrincherada

Foto del project365: www.flickr.com/photos/fotosfamiliapau



“Las Ideas no se Matan”
Domingo F. Sarmiento

            En este tiempo de violencia, guerra y olvido me decido a montar mi propia trinchera, pequeña, en medio de la vía o en medio de la vida. En estos días sin escribir se ha declarado una guerra, a un señor a quien antes, gracias a sus petrodineros, le pusimos haimas en todos los rincones. Y un nobel de la paz ha decidido bombardear, población civil en medio. ¿Paradoja o cinismo? Un terrible terremoto azotó  Japón y las noticias jugaban a quien la hacía más apocalíptica, más esperpéntica. ¿Por qué no tender la mano primero? Y se cumplieron 35 años del nefasto proceso de reorganización nacional en Argentina, y en medio del dolor que personalmente me produce leo una irreflexión en facebook: aguanten los militares. ¿Es que alguien lo puede creer?
            Necesitaba huir a un lugar en donde pueda reflexionar sin apuro. Me fui, pensé y volví, con la cara pintada, los pantalones de trabajo y un lápiz negro con buena punta en la mano. Recogí unos cuantos blogs de notas, lustré mis botas y aquí estoy, dispuesta al atrincheramiento. Sí, me atrinchero y mis únicas armas son las palabras y los silencios. No armas, no bombas. Sólo palabras, sólo silencios. Se dice que valemos por lo que decimos, a mi me gusta valer por lo que callo.
            ¿Por qué? Es una pregunta que no para de darme vueltas, una y otra vez, sin stop, sin dejar de atormentarme. ¿Por qué tanta crueldad, tanta opresión, tan poca libertad? Siento que una colla de descerebrados nos dicen en qué debemos pensar, a quién debemos atacar, cómo debemos actuar. Entonces me asalta la siguiente pregunta: ¿cómo combatir? Yo no sé hacer otra cosa que escribir, que pensar, que hablar (hasta por los codos). Entonces desde aquí resistiré.
            Esta trinchera, pequeña, humilde, hecha de barro, moldeada a mano, alberga mis fuerzas, mi esencia, totalmente desnuda. Siempre al límite, quiero luchar como esos 30.000 que no están, pero que viven en el recuerdo. Esos 30.000 entre los que hay amigos de mi madre, conocidos, anónimos, y sus hijos que hoy tienen más o menos mi edad. No podemos olvidar, no podemos olvidarlos, no podemos dejar de luchar.
            La memoria es un misterio casi sin resolver, pero un gran fenómeno capaz luchar siempre. SIEMPRE. No se trata de seducciones o de espejismo, tiene que ser acción, cruda, dura y ejemplar. Memoria ligada a educación, a respeto, a valores, a realidad, a verdadera unión con la filosofía. Me atrinchero con miras de paz en tiempos de guerra, guerra invisible, guerra sucia, guerra crítica. Mi estrategia es sencilla, paz y memoria; paz y recuerdo; paz y letras; paz y silencios; paz y paz. Paz con fundamento, paz con valores, paz con educación, paz con lectura y escritura, paz con memoria. A cada uno la historia lo pone en su lugar, pero que no pasen mil años, ¡no! tiene que ser ahora, tiene que ser hoy, tiene que ser porque queremos, porque desde la trinchera no sacamos bandera blanca, sino la roja y negra que nos hermana.
            Silencios, palabras, libros, letras, plumas, hojas, mis dos manos desnudas, mis ojos expectantes, mis oídos en alerta, mi nariz buscando tu olor, mis cinco sentidos y, el extra también, puestos a trabajar. Quiero pelear esta batalla desde mi trinchera. Tiendo mi mano, sola no puedo, necesito sumar, necesito escucharte, leerte, aprender de ti, en silencio. Y luego, juntos, hagamos nuevas estrategias de acción. Todo y que la batalla parezca perdida me encantan las causas difíciles. ¿Vamos juntos, compañeros? Esto no es más que un comienzo…